Efectos de las bacterias de nuestro intestino

Tomar una píldora de probióticos le hace sentir menos ansioso? Los científicos sugieren que las bacterias de nuestro intestino pueden afectar nuestro cerebro y nuestro estado de ánimo.

Claire Parkinson estaba desesperada por encontrar algo para ayudar a su joven hijo Giovanni, a hacer frente a sus constantes quejas digestivas; como molestos dolores estomacales y gases que le afligían desde su infancia.

Lactobacillus acidophilus presentes e los suplementos Probióticos

A pesar de su inicial escepticismo, Claire de 31 años y madre de tres hijos en Lewisham, South-East London, decidido tratar de darle a Giovanni, que tenía 11 años en ese entonces, un suple­mento dietético que contuviera bacterias probióticas, después de leer acerca de sus reivindicados beneficios en Internet.

Claire afirma que los suplementos probióticos provocaron rápi­damente una diferencia sustancial en cuanto a la frecuencia e in­tensidad de las molestias estomacales de su hijo. Pero algo ines­perado sucedió también. Los problemas de conducta de su hijo, relacionados con El síndrome de Asperger, también se redujeron significativamente. Asperger es una forma de autismo que causa dificultades con la comunicación, interacción e imaginación. Los niños con Asperger pueden tener problemas para relacionarse con los demás, y tienen estrechos y repetitivos patrones de com­porta miento e intereses.

Claire manifiesta que desde que tomó los probióticos, Giovanni ha estado menos ansioso y ha tenido “grandes mejoras” en su concentración y comportamiento general. ¿Coincidencia? Qui­zás no. Los científicos han sospechado durante mucho tiempo que las bacterias del estómago pueden tener un efecto sobre el funcionamiento del cerebro.

Ahora, cada vez más, los estudios proporcionan evidencia de que las bacterias en el intestino pueden “comunicarse” con el cerebro, mejorar la salud mental y el comportamiento en condi­ciones tales como la ansiedad, y posiblemente incluso el autis­mo y el síndrome de Asperger.

“Un reciente informe examinó, que el efecto de las dietas de es­tilo occidental (alto contenido de grasas, azúcar y sal) sobre las bacterias intestinales, podría contribuir a episodios de autismo”.

En un estudio de 60 personas, se encontró que las conexiones entre diferentes regiones del cerebro difieren dependiendo del tipo de bacteria más abundante en el intestino. En otro estudio, donde varios probióticos se suministraron dos veces al día a un grupo de mujeres sanas con edades de 18 hasta 55 años, sus ni­veles de ansiedad se redujeron en comparación con las mujeres que recibieron un placebo o ningún tratamiento. Los escáneres cerebrales encontraron que los circuitos implicados en la ansie­dad no eran tan sensibles, de acuerdo con el informe del Journal Gastroenterology, el pasado mes de junio.

Dr. Kirsten Tillisch, Profesor Asociado de Medicina en la Univer­sidad de California, Los Ángeles, quien trabajó con el Dr. Mayer, dice: “Una y otra vez, escuchamos de los pacientes que nunca sentían depresión o ansiedad hasta que empezaron a experi­mentar problemas con su intestino. Nuestro estudio muestra que la conexión intestino-cerebro es una calle de doble sentido”.

Un informe en la prestigiosa revista “PLOS One” recientemente especuló que el efecto del estilo de dieta occidental (alto conte­nido en grasa, azúcar y sal) sobre las bacterias intestinales po­dría contribuir a episodios de autismo.

Mayer también piensa que las bacterias intestinales pueden in­cluso moldear las estructuras de nuestro cerebro mientras crecemos y quiere investigar si la administración repetida de anti­bióticos a los bebés puede afectar el cerebro al producirse un barrido de microorganismos benéficos en sus estómagos. “Esto puede tener consecuencias a largo plazo en su desarrollo “, ex­plica.

Existe cierta evidencia preliminar para apoyar esta idea. En julio, un estudio realizado por la Universidad de Arizona de Biodesign Institute encontró que un grupo de niños autistas tenían signi­ficativamente menos tipos de bacterias intestinales que otros niños. Nuestra primera dosis de bacterias “benéficas” viene du­rante el paso del bebé a través del canal de nacimiento materno. En esa ruta, el bebé ingiere microbios vaginales de la madre, que comienzan a colonizar el intestino del recién nacido.

La nueva investigación sugiere que los bebés pueden pasar por una pobre mezcla de bacterias intestinales si sus madres están estresadas.

Pero ¿por qué las bacterias intestinales afectan al cerebro? Una teoría es que las bacterias pueden interactuar a través del ner­vio vago, que se extiende desde el estómago hasta el cerebro, y comunica sentimientos tales como el hambre y la saciedad. Este nervio también puede enviar sensaciones de estrés al cerebro.

“Una y otra vez, escuchamos de los pacientes que nunca habían sentido depresión o ansiedad hasta que empezaron a experi­mentar problemas con su intestino”.

Otras teorías incluyen la idea de que los microorganismos del intestino podrían incluso producir neurotransmisores químicos que podría influir de alguna manera en la química del cerebro. ¿Significa eso que podemos alterar nuestro comportamiento al­terando nuestras bacterias intestinales?

Las pruebas sobre el cambio en los cerebros humanos a través de los microbios del intestino se encuentran todavía en pañales. Por ejemplo, Dr. Faith Dickerson está dirigiendo un estudio en el Institute at the Sheppard Pratt Health System, para detectar si los probióticos pueden ayudar a prevenir las recaídas en pa­cientes que sufren trastornos bipolares (conocido antiguamente como depresión maníaca).

Mientras que los estudios aún están en sus primeras etapas, Claire Parkinson no necesita convencimiento. Ella había intenta­do todo tipo de cosas – incluyendo los aceites de pescado – para tratar de mejorar los síntomas de Giovanni. “Su comportamien­to en clase se hizo tan perturbador que había que sacarlo de la escuela durante meses y enseñarle en casa “, dijo.

Claire inicialmente estaba escéptica acerca de los probióticos, pero decidió probar por desesperación, ya que todo había falla­do. Giovanni los ha estado tomando durante 18 meses. Él está más tranquilo y “sin duda está mucho más asentado en la escue­la “, dice Claire quien también es madre de Alice-Sara de 10 años y Harley, de 4 años.

“Incluso él ha comenzado a escribir, lo cual es un milagro”. Ante­riormente, él trabajaba sólo en el ordenador.

Sin embargo, la Sociedad Nacional de Autismo está convencida de que no hay una “cura”, ya sea para el síndrome de Asperger o para el autismo.

Por John Naish – Publicado: 01:18 GMT, 14 de Enero 2014. Mail Online. Resumen

Autor/a: John Naish

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